Se cuenta en el Génesis
(primer libro de la biblia) que la creación del mundo, que fue en seis
días; dice que al séptimo día Dios se sentó a descansar.
El tedio que sintió
era tan grande que se levantó y creó al Sevilla FC, -¡ole! –
dijo para sí- llevarás el color blanco de la pureza, la bondad y el
optimismo; y el rojo de la sangre que recorre las venas, rojo del
amor y la pasión.
Y para defenderlo le
dio a una afición. “Ahora si está el mundo completo”, pensó.
Pero ya no pudo descansar, las palmas y los tambores no dejaban de
sonar; era el sevillismo que día y noche no paraba de animar.
Ahí estaba Dios
gritando: ¡Sevilla! Aquí estamos contigo, ¡Sevilla!; vaya equipo
con casta, coraje, arte, filigrana, salero, creador y valladar. Esto
si lo he hecho a mi imagen y semejanza. Para que luego digan.
Y concluyó: no es
bueno que el Sevilla esté solo, haréle rivales para él. Luego vino
todo lo demás…
Entre tanta emoción,
hizo una promesa: como yo me retiro y a partir de ahora estaré en el
tercer anillo, haciendo la ola o haciendo amigos, prometo que cada
cierto tiempo tocarás el cielo para que pueda sentirte, para que
sepas que nunca me he ido.
Permítanme este sueño
imposible porque como dijera Silvio Rodríguez: “Yo he preferido
hablar de cosas imposibles porque de lo posible se sabe demasiado”.
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